Sanoja: Silvio Rodríguez. Dominguez. Canción Del Trovador Errante.
:
Fui un trovador errante,
sombra por caminos sin almas,
mis riquezas fueron aquellos sitios
donde aprendian mis canciones
quienes me las mostraban.
Vagabundos alrededor de sus hogueras,
iluminaciones de cirqueros y perros,
donde me convertia en una chispa transitoria
disuelta en las remotas antiforas
que salen de las cigarras.
Mi patria era la intemperie,
los acosados campos de clorofila elemental
y fauna en eclosion,
pero tambien era ceniza,
miercoles de lloviznas,
masticando la hogaza sucia y nutritiva
que comparte el proscrito ordinario,
risueno y colosal,
entre las tibias, ocasionales piernas,
de un cisne amaestrado.
Fui un trovador errante,
y ahora, tras el paso del tiempo,
soy quien enciende las hogueras,
quien convoca luciernagas,
y sabe el nombre de la chispa que salta
de la crepitacion hacia la noche,
cometa de un universo diminuto,
donde mi mano es la de Dios,
quiero decir,
la de un colosalmente viejo vagabundo,
con la mirada puesta en los senderos,
con la memoria abierta
a la unica riqueza que le espera.
Susurrare mi historia a un trovador errante,
sombra en busca de almas,
para que las reparta junto a los fuegos ocasionales,
tibios, que depara el camino,
a todos quienes suenan
con un cisne salvaje.
Fui un trovador errante,
sombra por caminos sin almas,
mis riquezas fueron aquellos sitios
donde aprendian mis canciones
quienes me las mostraban.
Vagabundos alrededor de sus hogueras,
iluminaciones de cirqueros y perros,
donde me convertia en una chispa transitoria
disuelta en las remotas antiforas
que salen de las cigarras.
Mi patria era la intemperie,
los acosados campos de clorofila elemental
y fauna en eclosion,
pero tambien era ceniza,
miercoles de lloviznas,
masticando la hogaza sucia y nutritiva
que comparte el proscrito ordinario,
risueno y colosal,
entre las tibias, ocasionales piernas,
de un cisne amaestrado.
Fui un trovador errante,
y ahora, tras el paso del tiempo,
soy quien enciende las hogueras,
quien convoca luciernagas,
y sabe el nombre de la chispa que salta
de la crepitacion hacia la noche,
cometa de un universo diminuto,
donde mi mano es la de Dios,
quiero decir,
la de un colosalmente viejo vagabundo,
con la mirada puesta en los senderos,
con la memoria abierta
a la unica riqueza que le espera.
Susurrare mi historia a un trovador errante,
sombra en busca de almas,
para que las reparta junto a los fuegos ocasionales,
tibios, que depara el camino,
a todos quienes suenan
con un cisne salvaje.
Silvio Rodríguez
Dominguez
Silvio Rodríguez
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